Este domingo 7 de agosto se recuerda al Patrono del pan y del trabajo, quien repetía constantemente «Cristo espera, ninguno se mueve». En La Rioja a las 17 hs Procesión y Misa en Capilla del Barrio San Roman.
Cayetano estudió cuatro años en la Universidad de Padua, donde se distinguió en la teología y se doctoró en derecho civil y canónico en 1504. Luego, fue nombrado senador en Vicenza. Sin embargo, estaba decidido a seguir los estudios sacerdotales.
Se trasladó a Roma en 1506. Decía que Dios le llamaba a realizar una gran obra. Al poco tiempo, fue nombrado secretario privado del Papa Julio II, a quien ayudaba a escribir las cartas apostólicas. En ese entorno, conoció de cerca a cardenales y prelados.
El Papa murió en 1513 y Cayetano decidió no continuar en el cargo. Seguido, se preparó durante tres años para ser sacerdote y en 1516, a los 36 años, fue ordenado. Celebró su primera misa y quedó sobrecogido por el don del que no se considera digno.
Fundó en Roma la «Cofradía del Amor Divino», una asociación de clérigos que se dedicaba a promover la gloria de Dios. Tuvo su primera experiencia pastoral en la parroquia de Santa María de Malo, cerca de Vicenza, y luego se dedicó a cuidar los santuarios esparcidos por el monte Soratte.
Ingresó en el oratorio de San Jerónimo que tenía los mismos fines que la cofradía del Amor Divino, pero incluía a laicos pobres. Sus amigos se molestaron mucho por eso, ya que consideraban que aquello era indigno para un hombre de gran alcurnia como él. A Cayetano no le importó. Ayudaba y servía personalmente a los pobres y enfermos de la ciudad, y también atendía a los pacientes enfermos.
Cayetano se preocupaba mucho por el bien espiritual de su congregación. En ese marco, solía decir: «En el oratorio rendimos a Dios el homenaje de la adoración, en el hospital le encontramos personalmente».
Fundó otro oratorio en Verona. Y en 1520, se trasladó a Venecia, siguiendo el consejo de su confesor, Juan Bautista de Crema, un dominico santo y prudente. Allí se alojó en el hospital de la ciudad y siguió la misma forma de vida. Era considerado como el fundador principal del hospital debido a todos los regalos que hizo.
La Eucaristía
Implantó la bendición con el Santísimo Sacramento y promovió -en los tres años que vivió en Venecia- la comunión frecuente. Escribió: «No estaré satisfecho sino hasta que vea a los cristianos acercarse al Banquete Celestial con sencillez de niños hambrientos y gozosos, y no llenos de miedo y falsa vergüenza».
Años después, la cristiandad pasaba por un período de crisis. La corrupción debilitaba a la Iglesia. Cayetano era uno de los que más imploraban la verdadera reforma de vida y de costumbres dentro de la institución. Repetía a menudo: «Cristo espera, ninguno se mueve».